Su construcción fue realizada con materiales
autóctonos y con la sencillez constructiva de aquella sociedad de recursos
estrictos; recursos que se encontraban
en la proximidad, los cimientos del descantado de las viñas, los tapiales con
la tierra y paja del lugar, las armaduras del tejado de álamos del rio, todo
ello utilizado con la sabiduría de la necesidad. El
resultado es un conjunto orgánico, generado por agregación de volúmenes limpios, y formas que responden
directamente a la función para la que fueron creados.
Su
producción está en 50.000 botellas. Próximamente, Jesús viajará a Nueva York a
presentar sus vinos, tarea que le ocupa en este instante, como vemos en la zona
de la embotelladora. Jesús nos dice que quiere recuperar la manera de hacer y entender el vino, tal como lo hacía su padre, su abuelo o su bisabuelo, del que tienen documentación como bodeguero desde 1873. La charla nos lleva a preguntarnos el por qué, de ese abandono de instalaciones, de costumbres y de formas de elaborar el vino que ha llevado a su uniformidad, en el mejor de los casos.
Entre
preguntas y respuestas nos aposentamos en la sala de catas, aunque mejor
diríamos la sala de estar de la bodega, hornacinas con los vinos elaborados,
junto con aparatos de análisis químicos,
estantes con tratados de enología y de viticultura y entre ellos descubro un
libro de geometría, mientras que la luz entra oblicua por la ventana orientada
al sureste. Los
intereses de Jesús se dirigen en primer lugar en la búsqueda del vino como expresión
de la tierra, del terruño, y de las personas que lo hacen, manteniendo procesos
y maneras que aún están vivas en la
memoria de los mayores como su padre, pero tasado y tamizado por los
conocimientos científicos y técnicos que le aporta su formación académica
universitaria.
Otro punto
de su interés es la viticultura de investigación, buscando la recuperación y
estudio de variedades autóctonas desaparecidas, para su vinificación en la actualidad.
Jesús nos dice que la bodega no es importante; pienso para mí, lo fácil que resulta decir eso a personas de tanto
conocimiento sobre enología. Es en la viña, dice, donde se hacen los buenos
vinos.
Terminamos,
catando nuestros vinos de aprendiz; de su generosidad y cortesía no recibimos
más que halagos, pero también nos
aconseja, haciéndonos ver con elegancia nuestros
fallos, que se manifiestan rotundamente cuando probamos su Terra Sigillata GR 2007. En él vemos
la personalidad de Jesús, que junto a su mirada aguda contenedora de
muchos conocimientos, encontramos la rotundidez
de la tierra manchega que con generosidad y sin acidez, nos hace
entender cual es su forma de hacer vinos y amigos.